Atemporales

Si crees que mis palabras hacen de guìa, que crean mapas sobre mì, que te dan alguna pista, quiero que sepas que te equivocas. No hay cerebro màs ciego, que el encerrado en este circo de la lingüìstica. No has roto màs besos conmigo, porque nos rompemos la boca a base de palabras, porque nos corremos con la gramàtica. Siempre ha habido excusas para no hacerlo fàcil; no era cuestiòn de adjetivos, eso lo sabìamos. Nos han faltado los sustantivos, los techos de nuestro idioma, los nexos, los abrazos dentro de las frases. Y en cambio tengo una botella llena de puntos en suspensiòn.

Cae agua caliente sobre mis hombros, evoco tu recuerdo. ¿Dònde cabes dentro de mi cabeza? Cualquier conjunciòn adversativa sería buena excusa para no hacer el amor. Aversión al verso.

Enamorarse de los completos desconocidos, precisamente porque no compredemos lo que quieren decir sus sonrisas. Porque a nuestros ojos, siguen siendo cualquier persona.

Se eriza mi piel cuando aparece cerca de mi pensamiento. Desaparece mi esencia. Se esfuma mi calma, aunque yo no la toque. Deconstruye palabras, estira emociones.

A la poetisa que no sabe amar,  le espera el vacìo. Al amante que no sabe escribir, le envuelve el invierno.

Los “siempre” solo existen en las enciclopedias. Allí, entre las grietas de tus medias, vivimos las dos, en un círculo cerrado del lenguaje. En los espacios suspiramos y volvemos  a coger aire, la batalla de adjetivos  y épicos malabares, no cesa.

No tengo tiempo

Hablamos durante ocho horas, en todas las posturas posibles. Fumando y sin fumar. Antes de despedirnos, al mirarnos, sentì que no habìamos dicho nada importante. Cuando cerrò la puerta, por la rendija de la ventana, entrò la ansiedad.