Cuando sé que tu piel esta noche rozará mis sábanas, que los dedos de tus pies se entrelazaran en ellas para protegerte de la oscuridad y aunque no nos conocemos, me apetece acariciar tu espalda mientras dejo de sentirme inocente mientras dejo de pensar y solo siento tus labios.
El día del equinoccio emergerán mis dos mitades a la vez y la luz desde el cenit proyectará dos mujeres luchando por sobrevivir. Entonces no habrá poesía
El mar ya no huele igual, sobre las ocho el viento sopla en mi cara dejando sal en mi piel. Estoy sola en el agua, el sol se va, no me despido. Me sumerjo y después me subo a las rocas, con los cangrejos. No hace falta más.