Atemporales

Salir al balcón copa de vino en mano arrojarse a tus ojos, impregnarse de luna. Pregunto tu cuerpo y su presencia en mis manos derrama la noche y nos vierte desnudas sobre el colchón. Luz tenue, visión escotópica y en la penumbra los cimientos del placer emergen dando calor sobre tus caderas, entre mis muslos, en tu espalda… La madrugada no va a ser testigo de tu hazaña si desvías la mirada si no te da la amnesia transitoria y desteñimos las fronteras dibujadas que detentan nuestros cuerpos. Llévame tú, volveré sola a casa.

Pega su cuerpo sudado contra mí.  Hace rato que el despertador me reclama,  que el día se abre paso entre las azoteas y las ventanas,  que veo el tiempo pasar entre las hojas de la planta en el alféizar.  Huele a café,  la luz diseña formas preciosas en los melanocitos de sus ojos. Y al mirarla, un inmenso acantilado frente al mar  toma forma en mi cabeza.  Un paisaje desconocido y salvaje que me retiene unas horas,  contemplativa. Me toma entre sus brazos  y como quien besa con cariño, otras veces aparta su boca de mí,  negando sus besos.  Sonríen sus ojos. Me voy, no necesito saber si volveré.

Agarrar su cabeza mientras me folla despeinar sus esquemas fagocitarnos con el sudor derramarme en lo ajeno el sabor de sus dedos