Cuentacuentos

Todo empezó con un parpadeo. Y es que, fue ese último parpadeo antes de perder la conciencia el que en un solo instante, me hizo aparecer en tu habitación justo cuando tú estabas cerrando los ojos por última vez, para mantenerlos cerrados el resto de la noche.


Ese parpadeo debió funcionar como una especie de interruptor, porque justo después de cerrar los ojos, se encendió una luz verde, tenue, preciosa, que se apoderaba de la oscuridad de tu cuarto. Hubiese jurado que era el mismo verde de tus ojos el que me alumbraba esa noche mientras dormías.

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