Perú y el transporte público.
La dinámica de la costumbre en Perú
me hace salir tres horas antes de Callao con Sara, para llegar hasta nuestra
primera meta: La estación de buses de Línea en Lima.
En el cruce de la Colonial pasa
una combi repleta de gente, decidimos coger la próxima que vaya un poco más
vacía.
Trayecto fallido 1: Y ahí llega, con su presencia de tartana, de
discoteca de hard-tech móvil, de decadencia absoluta, haciendo sonidos poco
fiables y sin haber pasado probablemente ninguna I.T.V. en la vida, y sabemos
automáticamente, que esa es nuestra combi.
Es de esas combis de techo bajo,
que no tiene ninguna amortiguación, donde te rozan las rodillas en los hierros-
recubiertos de un tejido plasticoso- del asiento de delante, y que cada vez que
hay un bache en la carretera, la cabeza te da contra el techo.
De pronto, la combi se para, en
medio de la carretera, el cobrador sale corriendo y llega la policía. El auto
se ha estropeado, y el conductor no tiene licencia, ni papeles.
Bajamos todos los pasajeros y el
cobrador se hace el loco, no quiere devolvernos la plata, pretende hacer un
transbordo en una combi repleta de gente. El genio andaluz hace que no me
conforme, y consigo que nos transborde en una combi con espacio y más cómoda.
Llegamos a 2 de Mayo, y
comenzamos a andar hacia la estación de autobuses. Lima hoy está efervescente,
cientos de persona pasean por sus calles. De hecho, empezamos a notar, que hay
demasiadas personas.
Trayecto fallido 2: Caminamos por Alfonso Ugarte y ocurre algo
extraño, algo distinto a esas otras veces que la recorrí. ¿No hay demasiada
gente en la calle? Pero no es sólo eso… ahora nos damos cuenta, la gente anda
por la carretera, no hay coches. Y hay mucho color morado.
El Cristo de los Milagros.
Una procesión al más puro estilo
sevillano-latino, pero en Lima, con todo su caos, su fanatismo. Miles de
peruanos y peruanas esperan comiendo choclo, canchita, chancho al palo, maní
confitado, bebiendo emoliente, quinoa y gaseosas, esperan ver pasar al Cristo
de los Milagros, rogándole escuche sus plegarias, o al menos- digo yo- les dé
fuerza para hacer el camino.
Mi cabeza sobresale entre miles
de personas, y también la enorme mochila de Sara. Nos damos la mano, e
intentamos hacernos hueco entre todos ellos, para atravesar Bolivia, España y
continuar nuestro camino. Pero de pronto, Sara desaparece entre la multitud. La
busco un rato, pero no aparece, hablo con la policía y le doy instrucciones de
indicarle el camino que he seguido si la ven: “Italiana, bajita, con una gran
mochila, díganle que vaya hacia la estación”.
Llego a la estación veinte
minutos después, y a los veinte minutos aparece Sara, ha tenido que coger un
taxi pensando que perdía el autobús.
Salimos a la hora prevista, y
empiezan nuestras ocho horas de trayecto hacia Huaraz.
Trayecto fallido 3: En el segundo día de viaje, cogemos un autobús
para hacer el trekking hacia la Laguna 69, no son aún las siete de la mañana,
cuando de pronto, paramos en seco en la carretera, a punto de chocar contra una
pared de piedra, a un metro de un precipicio. “Una falla técnica, chicos,
tenemos problemas”.
El guía del trekking nos hace
bajar a todos. Tenemos que continuar andando mientras nos envían otro autobús
para poder llegar hasta el destino previsto. Dice que en 25 minutos llegaremos
al sitio donde vamos a desayunar. Comenzamos a subir por la montaña, y una hora
más tarde, con el sol iluminando los picos nevados de Huascarán, llegamos al
restaurante.
Trayecto fallido 4: A la vuelta del viaje, a los 20 minutos de
haber salido de Huaraz con destino Lima, nuestro autobús se para en medio de la
carretera. No avanzamos durante 15 minutos, nadie pregunta nada, pero todos
empezamos a inquietarnos, porque ocho horas de trayecto ya nos parecen
demasiadas, para la calidad filmográfica y del Wi-Fi que ofrece el servicio
de Transportes Línea.
De pronto la pasajera de delante
de mí, baja a preguntar, y a la vuelta, viene diciendo que ha habido un crimen,
que están reconstruyendo la escena, que probablemente vamos a demorarnos una o
dos horas en continuar el trayecto. Efectivamente, el conductor del autobús,
sube a la segunda planta donde nos encontramos y nos cuenta que están esperando
al fiscal, que están con la reconstrucción de la escena de un crimen.
A los 40 minutos aproximadamente,
se disuelve el atasco formado por el crimen, y conseguimos salir de Huaraz. El
pueblo debe estar conmocionado, la sierra de Los Andes es un lugar tranquilo,
no suelen suceder estas cosas.
Trayecto fallido 5: Y en nuestro último transporte hacia Callao desde
Lima, un taxista mayor, envejecido además por probables malos hábitos de vida,
nos ofrece por 27 soles llevarnos hasta casa. Bueno, es el único que ha querido
conducir hasta la zona donde vivimos, así que, no tenemos muchas más opciones.
Durante el trayecto, cada uno o
dos minutos hace ese ruido de regurgitar esputos, tan típico de los viejos. Es
muy explícito, oímos cómo juega con los mocos en la garganta, luego en la boca,
pero nunca los llega a escupir. Es una especie de tobogán de mocos, los trae de
la garganta a la boca y luego los deja bajar de nuevo. Y así todo el camino. Es
absolutamente asqueroso.
Sara y yo nos miramos, con ganas
de reír y vomitar a la vez. “Te prometo que vamos a llegar, de verdad”.