Sin ejercer fuerza alguna, sin prestar atención, sin pensar en ello, el agua me ha traído belleza y quietud. Aquí, ingrávida, parece que no hubiera caminado años por un desierto a solas.
Yo, que en algún momento fingí creerme esta mentira de que podríamos estar estables en medio de este campo de minas en el que en cualquier momento puedes perder un miembro, incluso de la familia.
Las dos plantas de bambú han crecido sobre mi mesa de trabajo. He abierto el cajón de las certezas y he metido allí las letras de tu nombre. He vuelto a recordar que lo que me toca profundamente se vuelve atemporal.