"Quizá siempre lo supimos, pero decidimos bautizar nuestra carencia en el nombre del deseo. Aún mi cuerpo desconoce tu ausencia- todavía está tu aroma en las yemas de mis dedos, aún puedo evocar tu beso en mi frente- " Después, me quité el reloj plateado, lo puse sobre el cemento, y teniendo al Palacio Real como testigo, le dije: "Toma, que se ha acabado nuestro tiempo".